jueves, 8 de noviembre de 2012

Wayta Apu en Huashcao, Yungay, Pasión Andina


“Un copioso aguacero caía sobre Huashcao en la primera semana de febrero de 2011, como esos que desde septiembre hasta marzo arropan la sierra ancashina.

Tronaba y relampagueaba tan fuerte que parecía un concierto de fuegos artificiales; aparentaba que el cielo deseara decir algo; y quizá Wayta Apu, la flor del cerro, esperaba que su eterna consejera, la propia Pachamama, madre tierra, le diera aunque fuese una sola respuesta a todas sus incógnitas, muchas de las cuales la conducían a la frustración.

Era de tardecita, pero parecía de noche; no se podía ver a una persona, así estuviese a medio metro de distancia; aparentaba que el cielo estaba pinchado, que se reeditaría el Diluvio Universal. 

La tierra mojada tenía un olor único, un olor a tierra encantada; capaz de cautivar a cualquier mortal. Se sentía la presencia de un ser sobrenatural, de una energía invisible. Para mitigar el intenso frío, había que abrigarse con dos chompas de Alpaca, ya que este penetraba hasta los mismos huesos…”. 

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