martes, 18 de octubre de 2011

Novela Pasión Andina III, de Raúl Germán

"...La escuelita se había convertido en la casa del terror para esos alumnos; más que horas de clases, eran horas de sobresalto. El correcto proceso enseñanza-aprendizaje se había lanzado al tacho (zafacón).

El “profesor” agarraba una regla color gris y repartía golpes a todos por sus nalgas, manos, cabezas, espaldas. Ningún alumno se atrevía a sentarse en la primera fila; todos se amotinaban al final, casi pegados a la pared.

Desde la escuelita se les había enseñado a rechazar lo propio, lo autóctono. El “profesor” era un ser despiadado, racista y frustrado con la vida; que seguía fomentando esos prejuicios en contra de las razas originarias en Perú, como los quechuahablantes..."

Novela Pasión Andina I, de Raúl Germán

"Un copioso aguacero caía sobre Huashcao en la primera semana de febrero de 2011, como esos que arropan la sierra ancashina desde septiembre hasta marzo.

El cielo estaba oscuro como un azabache y Wayta Apu lloraba sin parar, sin que nadie la consolase. Y, justamente, recordaba, no se sabe si con rencor, miedo, desprecio o impotencia todos los maltratos que recibió del "profesor", junto a sus compañeros de clases, cuando apenas ella tenía 8 años, en la escuelita rural de la comunidad huashcaína en donde había nacido porque se expresaba en quechua.



Estos maltratos le han dejado secuelas físicas y mentales, que jamás se borrarán. Su oreja derecha aún conserva una hendidura por los constantes jalones que le daba el “profesor”.



El “profesor” era tan despiadado que tenía su lugar en el infierno, junto a Lucifer, padre del Ichiq Ullku, el más temido de los demonios que deambulan por la sierra peruana..."






miércoles, 12 de octubre de 2011

Novela Pasión Andina II, Raúl Germán

“...Tronaba tan fuerte que parecía un concierto de fuegos artificiales; aparentaba que el cielo deseaba decir algo; y quizá Wayta Apu, la flor del cerro, esperaba que su eterna consejera, la propia Pachamama, madre tierra, le diera aunque fuese una sola respuesta a todas sus incógnitas, muchas de las cuales la conducían a la frustración.

Era de tardecita, pero parecía de noche; no se podía ver a una persona, así estuviese a medio metro de distancia; aparentaba que el cielo estaba pinchado, que se reeditaría el Diluvio Universal.

La tierra mojada tenía un olor único, un olor a tierra encantada; capaz de cautivar a cualquier mortal. Se sentía la presencia de un ser sobrenatural, de una energía invisible...”.