….La brisa soplaba suavemente, la luna brillaba más que el sol, y aunque hacía frío, Marino y su amada sudaban mucho. Él tenía manos grandes y ásperas; las de ellas eran delicadas y suaves; tan suaves como la piel de un niño recién nacido.
“El único pasaporte que hay para ir al cielo son tus labios”...suspiró Marino una y otra vez frente a su amada…ella, en cambio, solo contestó: “Verdaderamente, lo único que me mantiene viva, y me hace luchar en contra de toda adversidad, es el amor que me das y el que siento por ti; amor que no respeta fronteras y razas…”
Otro fragmento de mi novela...